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Estrés Crónico y salud

El estrés crónico y sus consecuencias en la salud

Comprender qué es el estrés te puede ayudar a gestionarlo mejor.

En primer lugar, tenemos que partir de la premisa que el estrés es inevitable y necesario.

El estrés no es más que una respuesta fisiológica adaptativa al entorno. El cerebro activa la respuesta de estrés ante una percepción de peligro o amenaza real, potencial o imaginaria, con la única intención de ayudarnos a sobrevivir.

La respuesta de estrés prepara al cuerpo para la acción, aumenta la frecuencia cardíaca y la tensión arterial, la respiración es más rápida y menos profunda, aumenta la tensión muscular...etc.

El cerebro activa el programa neurológico de lucha o huida. De esta manera nos prepara para correr más rápido o luchar con más fuerza para superar cualquier peligro; incluso, si la amenaza es una reunión de trabajo, una presentación en un congreso, exámenes académicos, socializar con gente desconocida, competiciones deportivas, coger un avión...etc.

En segundo lugar, debemos saber que esta respuesta de estrés es fisiológica y adaptativa, si el tiempo de duración es corto y si no sobrepasa nuestras capacidades psicobiológicas que poseemos en el momento de vivir la experiencia estresante.

Si la respuesta de estrés se mantiene crónicamente activada en el Sistema Nervioso Central, es decir, en el cerebro y la médula espinal, conllevará importantes desequilibrios fisiológicos y metabólicos en el cuerpo; lo cual va a producir graves repercusiones en la salud física y mental, en el medio o largo plazo.

Es habitual que el estrés crónico, en los primeros seis meses de evolución, sea el principal causante de cefaleas tensionales, de contracturas persistentes en la espalda, de la aparición de dolores articulares al movimiento, de la necesidad de apretar las mandíbulas, que se manifestará con dolor en la mandíbula y en el oído. En estas fases iniciales del estrés crónico también se pueden llegar a producir  mareos, vértigos, e incluso calambres musculares nocturnos muy dolorosos.

Con el paso del tiempo si no se aprende a gestionar mejor el estrés, el cerebro irá aumentando su grado de excitabilidad, facilitando la aparición de transtornos fisiológicos en el sistema digestivo, hormonal, inmunológico...etc.

A nivel cerebral, el estrés crónico produce una disminución de la síntesis de la serotonina, un neurotransmisor implicado en la sensación de felicidad, y de la síntesis de la dopamina, un neurotransmisor relacionado con la sensación de bienestar, placer y con el estado de motivación. Este desequilibrio neuroquímico favorece la aparición de los primeros síntomas de ansiedad o depresión, frecuentemente acompañados de alteración de la calidad del sueño y de deterioro cognitivo.

Durante el estrés crónico, las glándulas suprarenales, estimuladas por el cerebro, producen una liberación mantenida de la hormona cortisol, lo cual cronifica las respuestas de estrés en el cuerpo. Este estado genera un gran consumo de energía.  De ahí que las personas que padecen estrés crónico se sientan cansadas.

El organismo buscará un mecanismo de adaptación a este estado excesivo de gasto energético. Iniciará una resistencia al cortisol, con el objetivo de debilitar las respuestas de estrés crónicas en el cuerpo.

Sin embargo, debido a que el cortisol es un potente antiinflamatorio natural, este estado de resistencia del cortisol provocará un aumento de los niveles de inflamación en el organismo. Si esta desregulación del cortisol permanece en el tiempo, producirá un estado de inflamación crónico en los tejidos, favoreciendo la aparición de enfermedades inflamatorias y la instauración del dolor crónico.

La modificación de este estado de estrés crónico en el cuerpo revertirá este estado de resistencia al cortisol, lo cual eliminará progresivamante la susceptibilidad a la aparición de enfermedades cardiovasculares, inflamatorias intestinales, urogenitales, degenerativas o neurodegenerativas, autoinmunes, alergias...etc.

En los casos en los que el tiempo de activación del estado inflamatorio no sea excesivo y el daño en los tejidos no sea elevado, será posible la remisión de estas enfermedades.

La evidencia científica demuestra que el estrés crónico aumenta la sensibilidad al dolor. El estrés crónico produce cambios neuroquímicos en el cerebro, afectando las vías centrales del dolor, en la médula espinal y en los nervios periféricos. A su vez, las experiencias repetidas de dolor potencian estos cambios neuroquímicos en el cerebro y en la médula espinal. Es lo que clínicamente se conoce como Sensibilización Central y Sensibilización Periférica. Los procesos inflamatorios crónicos no hacen más que empeorar esta situación, incrementando la sensibilidad de las vías sensoriales del dolor y de los receptores de dolor, distribuidos por los tejidos del cuerpo. Estos mecanismos neurológicos dan explicación a lo que ocurre en la Fibromialgia y el dolor neuropático.

Si este estado crónico de estrés se prolonga en el tiempo, el cerebro ocasionará un mayor gasto de energía al organismo. El cerebro necesitará comprometer al metabolismo, generando una resistencia a la insulina para intentar frenar la actividad metabólica celular periférica. En primer lugar, del tejido muscular y tejido conjuntivo, seguido del tejido adiposo y del tejido hepático.

Este estado inicial de insuficiencia energética del tejido muscular y conjuntivo, genera una deficiencia en su capacidad de regeneración celular, lo que favorece la degeneración y la inflamación de los mismos. En esta situación, el deterioro de la piel, cartílagos y hueso, la aparición de tendinitis, fascitis, contracturas o lesiones musculares son habituales, por déficit energético.

Retrasos en la cicatrización de la piel, en la recuperación de una lesión músculo esquelética, disminución del rendimiento muscular o lesiones recidivantes, nos tienen que poner en alerta y hacernos razonar de una forma más integral.

Esta resistencia a la insulina sino se resuelve, afectará progresivamente al tejido adiposo pudiendo generar más obesidad e inflamación en todo el cuerpo. La afectación de la función metabólica del hígado favorecerá la colesterolemia y el hígado graso. La consecuencia de todo ello será la instauración del conocido Síndrome metabólico, en el que se engloban además la hipertensión arterial, cardiopatías, hipertrigliceridemia, diabetes tipo II, síndrome de ovarios poliquísticos, endometriosis, y probablemente la polimiomatosis uterina.

Si el estrés crónico se prolonga excesivamante en el tiempo y este estado de desequilibrio energético no se resuelve, otros sistemas fisiológicos van a empezar a dañarse. Es el estadio clínico donde aparecen progresivamente, la degeneración y la inflamación progresiva de las mucosas digestivas, genitourinarias, incluso de las respiratorias; y la afectación de las glándulas hormonales. Todo ello provocará un gran deterioro de la salud, influenciado por las predisposiciones genéticas y, sobre todo, por los malos hábitos, la influencia del entorno ambiental y la naturaleza de las experiencias psicoemocionales vividas en el cuerpo, cada vez más evidenciadas científicamente.

El Sistema Nervioso, principalmente el cerebro, y el Sistema Inmunológico son los sistemas que demandan más energía. Es frecuente que la hiperactivación del Sistema Nervioso vaya acompañada de una hiperactivación del Sistema Inmunológico, con el consiguiente perjuicio del equilibrio energético.                    Estas personas, no solamente serán más susceptibles a padecer patologías autoinmunes inflamatorias multisistémicas, sino que será frecuente que manifiesten una fatiga severa. En esta situación, el cerebro puede que tenga que decidir, como mecanismo de supervivencia, modular la función energética metabólica del sistema inmunológico, provocándoles un déficit inmunitario. Este estado de salud no sólo puede repercutir en los procesos infecciosos, sino afectaría en la capacidad del organismo para controlar los procesos cancerosos.

Por supuesto, el modelo de distribución de energía metabólica en el cuerpo no es el único modelo clínico que esta asociado al estrés crónico. Cada vez, también hay más evidencia de la relación del estrés crónico y la Inflamación Crónica Multisistémica de Bajo Grado. Este modelo nos habla de que el estrés crónico desencadenaría una liberación de citoquinas inflamatorias (IL-1, IL-6, TNF…) que provocarían enfermedades inflamatorias multisistémicas en el cuerpo.

Existe otra entidad clínica, el Síndrome de Sensibilización del Sistema Nervioso Central, la cual no sólo afectaría a los centros y vías sensoriales del dolor, sino que se relacionaría con un incremento general de la excitabilidad de las neuronas del cerebro y la médula espinal. Parece ser que existen múltiples causas que causarían este síndrome; predisposición genética, infecciones víricas (Epstein Barr, Citamegalovirus, Parvovirus), hábitos de vida poco saludables, traumatismos físicos o emocionales severos, intervenciones quirúrgicas, pero sobre todo es el sufrimiento de estrés crónico el factor más determinante y coincidente que padecen estos pacientes. La variedad de sintomatología o patología puede ser abrumadora, y viene determinada por la severidad o la coincidencia de múltiples causas, generando esta sensibilización. Son habituales, no sólo el dolor y la fatiga crónica, alteraciones intestinales frecuentemente diagnosticadas como colon irritable, incontinencia urinaria neurógena, vaginismo, síndrome de piernas inquietas, enfermedades sistémicas autoinmunes, sino la presencia de patología cerebral, como insomnio, ansiedad o depresión, déficit de atención o concentración, etc.

Sin olvidar algunos pacientes que padecen Síndrome de Hipersensibilidad Química o Electrosensibilidad, explicados por su estado de hiperexcitabilidad de su sistema nervioso y/o inmunológico que generan una amplificación de las respuestas ante estímulos químicos o electromagnéticos.

Las personas que sufren estrés crónico que les genera una gran variedad de patología en el cuerpo, normalmente no son comprendidas, y por lo tanto, tratadas inadecuadamente, lo que frecuentemente les aboca a experimentar un gran malestar físico, mental y emocional, prolongado en el tiempo.

Neurociencia Osteopática Integral ha desarrollado una propuesta clínica revolucionaria en el campo del estrés crónico: El estrés crónico genera patrones tensionales físico-electroquímicos en el cerebro y en la médula espinal que son los responsables de cambios en el funcionamiento del sistema nervioso y que producen, como hemos visto, graves consecuencias en el organismo a nivel físico y mental.

Además, Neurociencia Osteopática Integral como apoyo al diagnóstico del estrés crónico, utiliza la Termografía asociada a la Inteligencia Artificial para detectar  la temperatura a la que está funcionando el cerebro. De esta manera se obtiene un dato objetivo del exceso de temperatura del cerebro que está asociado a un exceso de actividad neuronal y a un estado inflamatorio del cerebro.

Es posible cambiar el estado de tensión físico-electroquímico del cerebro y médula espinal y la desprogramación de los reflejos neurológicos en el cuerpo. Es un tratamiento innovador que se sale de lo convencional, pero supone una oportunidad de resolver definitivamente esa sintomatología o patología cronificada.

La reparación del sistema nervioso, a veces, puede necesitar el aprendizaje de cómo gestionar mejor el estrés. Neurociencia Osteopática Integral facilita el aprendizaje de mejores estrategias para cambiar la forma de relacionarse con las experiencias estresantes, de acuerdo con la educación en la Neurociencia del Estrés y del Comportamiento.

Juan Manuel Gómez Andrés
Director Clínico Neurociencia Osteopática Integral
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