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El estrés crónico daña al cerebro

A pesar de las difíciles circunstancias que nos está tocando vivir en este mismo momento que escribo este artículo, el mundo está batallando para derrotar al coranovirus SARS-CoV-2 , me atrevo a decir que la gran pandemia que la población viene padeciendo en los últimos 50 años se llama estrés crónico.

Podemos ver el estrés crónico como un estado de inadaptación continuo al entorno.

La aparición de nuevos agentes estresantes en el día a día de las personas, muy diferentes a aquellos de nuestros ancestros, generan o facilitan muchas de las enfermedades de la actualidad. Enfermedades que nos acercan a la muerte, o mucho peor, nos convierten en enfermos crónicos.

El exceso de trabajo, las dificultades económicas, problemas de salud, conflictos interpersonales…etc, ponen a prueba nuestra capacidad de adaptación al entorno.

Pero necesitamos ir más allá para ser más conscientes. Verdaderamente son la calidad de nuestros pensamientos y emociones que habitan en nuestro entorno interior los que en mayor medida condicionan nuestro grado de estrés y su prolongación en el tiempo.

Según el experto en estrés, el doctor Robert M. Sapolsky, profesor de biología y neurología de la Universidad de Stanford, el estrés es una respuesta fisiológica adaptativa de superviviencia generada por el cerebro para responder a un estado de alarma o emergencia.

El cerebro en situaciones de estrés activa a todos los sistemas fisiológicos, exceptuando al digestivo y al sexual, para preparar al cuerpo para la acción.

Por lo tanto, el estrés es una respuesta general positiva que nos permite afrontar mejor las situaciones peligrosas o potencialmente peligrosas.

El cerebro es el órgano clave en el estrés, ya que es el que decide lo que es amenazante para nosotros, ya sea a nivel biológico, físico o psicológico. El cerebro determina la intensidad de las respuestas fisiológicas corporales y conductuales, así como su tiempo de duración.

Resaltar que las respuestas de estrés se activan, aunque no seamos conscientes, en situaciones cotidianas de la vida. Todo aquello que me preocupa en exceso, el rechazo de las experiencias vividas, la duda constante y la incertidumbre son grandes generadoras de estrés.

El problema es que este mecanismo neurofisiológico sólo ha evolucionado para responder a emergencias agudas de poco tiempo de duración. Cuando activamos este mecanismo durante meses y meses, colocamos al organismo en una situación compleja para mantener un buen funcionamiento fisiológico (homeostasis), por lo que ponemos en peligro la salud del organismo.

El estrés crónico produce graves cambios estructurales y funcionales en el cerebro. Estos cambios neuroplásticos ocasionan importantes transtornos fisiológicos y psicológicos que conducen a una reducción significativa del bienestar y de la calidad de vida.

La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro de modificar sus circuitos nerviosos según las experiencias vividas.

Estudios de imagen en humanos que han padecido estrés crónico han revelado una disminución del tamaño del hipocampo, relacionado con alteraciones cognitivas en la vejez y con la depresión mayor. También han evidenciado atrofia del córtex pre-frontal e hipertrofía de la amígdala al inicio y atrofia en estadios posteriores.

El estrés crónico produce una retracción de las dendritas neuronales a nivel del hipocampo y del córtex prefrontal medial. Contrariamente en la amígdala y en el córtex orbitofrontal se produce un crecimiento dendrítico.

Cortex prefrontal, amígdala, hipotálamo, tronco del encéfalo, ganglios basales, córtex cingulado anterior, ínsula e hipocampo son estructuras clave en la neurobiología del estrés y del estrés crónico.

En estudios de Resonancia Magnética Funcional (RMNf), en personas con estrés crónico, estas regiones muestran una hiperactividad persistente que produce cambios neuroquímicos neuronales, los cuales afectan al funcionamiento nervioso del cerebro.

Estos cambios estructurales y neuroquímicos cerebrales sensibilizan las respuestas neurofisiológicas de estrés en el cerebro y en el resto del cuerpo. Esto nos hace más vulnerables a padecer nuevos y más intensos episodios de estrés. El cerebro aprende a responder de forma condicionada y amplificada, aunque el estímulo estresante sea de poca intensidad.

La repetición y la no adaptación a las experiencias estresantes facilita la activación de ciertos circuitos nerviosos implicados en el estrés. El cerebro prioriza la activación de programas cerebrales responsables de la superviviencia. El más conocido es el programa de amenaza o peligro. En esta situación es frecuente la manifestación de ansiedad, insomnio, cefaleas tensionales, ciertos tipos de migrañas y el aumento de las contracturas musculares, sobre todo en la región cervical.

La activación crónica de este programa neurobiológico, no sólo va a generar un deterioro de salud cerebral, sino que va a tener repercusiones graves en el resto del organismo.

El estrés crónico no sólo va a causar estos cambios neuroplásticos cerebrales, que tanto pueden afectar a la comunicación neuronal, sino que va a generar un estado de neuroinflamación que va a contribuir en la aceleración del inicio de los procesos neurodegenerativos.

La buena noticia es que estos cambios estructurales y neuroquímicos se pueden revertir con tratamiento. Gracias a la capacidad de plasticidad cerebral es posible cambiar el estado de tensión físico-químico del cerebro, incluso muchos años después del sufrimiento de estrés crónico. La modificación del estado de tensión del cerebro, también va a contribuir a la modulación, no sólo de la neuroinflamación cerebral, sino de la médula espinal y del Sistema Nervioso Periférico. La mayoría de neuralgias faciales, ciáticas, neuralgias cervicobraquiales, dolor neuropático y procesos de dolor crónico tienen su origen en el cerebro.

Como profesional de salud especializado en Neurociencia y con más de 20 años de experiencia clínica en el tratamiento del Sistema Nervioso Central me permito afirmar que el estrés crónico impacta tanto en el cerebro que es capaz de producir patrones de tensión en la propia neuromatriz cerebral (extra e intraneuronal). Estos patrones de tensión físico-químicos cerebrales favorecen la neuroinflamación, y causan en el largo plazo, cambios estructurales y funcionales en el cerebro. No hay suficiente evidencia en este sentido, así que es necesaria más investigación para asentar esta revolucionaria hipótesis.

Lo que si es evidente, desde el punto de vista clínico, es que el estado de tensión del parénquima cerebral, modifica negativamente la capacidad de adaptación al estrés y aumenta la intensidad y la duración de las respuestas neurofisiológicas de estrés en el cuerpo y en el propio cerebro.

Se entra en un círculo vicioso que perpetúa el estrés crónico y los patrones de tensión cerebral. Este estado de tensión cerebral no sólo tiene repercusiones sobre la salud mental y emocional, sino que amplifica las respuestas neuromusculares de hipertonía en todo el cuerpo, sensibiliza la percepción del dolor, y produce reflejos neurofisiológicos anómalos en el sistema digestivo, hormonal, inmunológico, etc. Es la entidad clínica cada vez más estudiada, la Sensibilización del Sistema Nervioso Central.

La Neuromodulación Sensorial de estos patrones tensionales del Sistema Nervioso Central es la principal línea de trabajo de Neurociencia Osteopática Integral para el abordaje del estrés crónico y sus consecuencias en el cuerpo. Los resultados son muy positivos, lo que me motiva para seguir investigando en esta dirección.

La mente engloba a todo el cuerpo, y el estrés es una interacción de mente y cuerpo. Por lo que realmente tendríamos que manifestar que el estrés crónico daña al cerebro y al cuerpo.

En los últimos años los estudios científicos asocian claramente la relación entre el estrés crónico y la inflamación crónica multisistémica de bajo grado en el cuerpo.

Esta inflamación crónica de bajo grado puede generar una gran diversidad de problemas de salud que difieren entre las personas. El cada vez más frecuente Síndrome metabólico (diabetes tipo II, colesterolemia, hipertensión arterial, obesidad, hígado graso…) que proporciona un aumento de las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades inflamatorias intestinales (enfermedad de Chron y colitis ulcerosa), las artritis reumatoides, las alergias respiratorias y alimentarias, las enfermedades por desregulación inmunológica u hormonal, el dolor crónico y, por supuesto las enfermedades neurodegenerativas y los transtornos profundos de conducta (depresión, ansiedad, TOC...).

Los mecanismos fisiológicos subyacentes a esta elevada morbilidad no están totalmente comprendidos. La comunicación del cerebro a través del sistema nervioso y del sistema neuroinmunoendocrino con el resto de sistemas fisiológicos del cuerpo, quizás pueda explicar parte de ellos.

Durante mucho tiempo los estudios del estrés crónico se han dedicado al eje hipotálamo-hipófisis adrenal, y a sus hormonas adrenalina, noradrenalina y cortisol.

Evidencia emergente en el campo del estrés crónico a centrado el interés en el cambio de sensibilidad de los receptores de cortisol, presentes en muchos tejidos. El desarrollo de una resistencia al cortisol, modificaría la regulación del cortisol, produciendo una disminución respuesta antinflamatoria del cuerpo. Esto podría favorecer el desarrollo de enfermedades relacionadas con la inflamación.

Nuevos estudios demuestran que el Sistema Nervioso Autónomo (Simpático-Parasimpático) podría jugar un rol importante en el control de la cascada inflamatoria.

En los últimos años, se ha investigado bastante a cerca de la relación entre la inflamación y la Sensibilización central y periférica, cambios en las señales neuroquímicas del sistema nervioso. Se han limitado a investigar en el campo del dolor crónico, pero desde mi punto de vista esto sólo representa la punta del iceberg.

Otro escenario también ha sido propuesto. El estrés crónico desencadenaría la liberación de citoquinas proinflamatorias (IL-1, IL-6, TNF...) que contribuirían a la patogénesis de enfermedades inflamatorias en el cuerpo.

Indudablemente los procesos inflamatorios periféricos generados en algún sistema fisiológico, como por ejemplo el sistema digestivo, también van a influenciar al resto de sistemas, incluido el Sistema Nervioso Central.

Más investigación es necesaria para acabar de comprender las complejas interrelaciones entre los diferentes sistemas.

Estudios científicos en humanos han demostrado la relación entre la inflamación del cerebro y los cambios en la síntesis de algunos neurotransmisores cerebrales. Se ha demostrado que la inflamación del cerebro produce cambios en la síntesis de dopamina, neurotransmisor que forma parte del circuito de recompensa o placer, generando falta de motivación, anhedonia y agilidad mental.

Ampliamente es conocida la influencia del cortisol, hormona del estrés, sobre el hipocampo, región encargada de la memoria y el aprendizaje. Unos niveles elevados de cortisol durante mucho tiempo llegan a producir una disminución del tamaño del hipocampo, así como una pérdida gradual de masa ósea, obesidad abdominal y alteraciones ciclos menstruales.

También hay evidencia que el estrés crónico afecta a los niveles de serotonina cerebral.

Este neurotransmisor regula el estado de ánimo, el sentimiento de bienestar y la sensación de felicidad. Bajos niveles de serotonina están relacionados con la depresión, mientras que altos niveles de serotonina están relacionados con una disminución de la excitación neuronal.

Esto explica que tanto para la depresión como para la ansiedad se receten en algunos casos, los famosos inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina.

La depresión es un transtorno mental que afecta a más de 264 millones de personas en todo el mundo y los nuevos estudios la relacionan con la neuroinflamación cerebral.

La depresión también está muy presente en pacientes que sufren enfermedades cardiovasculares, metabólicas, autoinmunes, inflamación crónica intestinal. En los pacientes con depresión se observa en sangre un aumento de biomarcadores inflamatorios, citoquinas inflamatorias y Proteína C-reactiva (PCR). Estas moléculas proinflamatorias pueden acceder al cerebro atravesando la barrera hematoencefálica. Pueden afectar a la función neuroendocrina y al metabolismo de los neurotransmisores; como por ejemplo a la síntesis de serotonina y, la síntesis y/o recaptación de glutamato, la cual genera mayor excitotoxicidad y estrés oxidativo celular, agravando el estado de neuroinflamación cerebral. Todo ello, contribuye a un aumento de los cambios neuroplásticos en el cerebro y a una mayor probabilidad de neurodegeneración.

La depresión es una enfermedad que tienen tendencia a las recidivas.                      Los cambios estructurales y neuroquímicos, y la permanencia en el cerebro de los patrones de tensión facilitan la repetición de nuevas crisis en periodos de estrés.

A nivel cerebral la serotonina también participa en el circuito complejo del ciclo sueño-vigilia y en los reflejos de náuseas y vómitos.

Son bastantes frecuentes los problemas de sueño en personas que sufren ansiedad y depresión.

El ritmo circadiano de sueño-vigilia parece estar sincronizado con el ciclo biológico del cortisol. El nivel de cortisol va descendiendo progresivamente durante el día hasta llegar la noche. Las personas con estrés crónico pueden sufrir transtornos del sueño debido a niveles elevados de cortisol.

Espero que haya quedado claro que el estrés crónico empieza en el cerebro y que daña al cerebro, así como al resto del cuerpo.

Pero no debemos olvidar que adquirir un buen estilo de vida, a través de hábitos alimentarios saludables, la práctica de ejercicio, la eliminación o reducción de tóxicos (tabaco, alcohol...etc), la mejora de la gestión del estrés, el respeto de las horas de descanso, la realización de técnicas meditación...etc es básico para reducir el riesgo de padecer enfermedades cerebrales y del resto del organismo.

No es claro, si un estrés prolongado durante muchos años puede tener efectos totalmente irreversibles en el cerebro.

Así que como profesional sanitario el mejor consejo que puedo dar es, empieza a cuidar tu cerebro desde ahora, porque después puede ser demasiado tarde.

El diagnóstico y tratamiento del estrés crónico en fases iniciales es un factor clave en la prevención y en la consecución de unos mejores resultados.

 

Referencia bibliográfica:

-Protective and damaging effects of stress mediators: central role of stress. Mc Ewen Bruce, 2006.

-Central effects of stress hormones in heath and desease: understanding the protective and damaging effects of stressand stress mediators. Mc Ewen Bruce, Eur J Pharmacol 2008.

-Stimulation of Systemic Low Grade Inflammation by Psychological Stress. Rohleder Nicolas. Psychosomatic Medicine 2014.

-So depression is an inflammatory disease, but where does the inflammation come from? Berk Michael et al. BMC Medicine 2013.

etc...

Juan Manuel Gómez Andrés
Director Clínico de Neurociencia Osteopática Integral
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